22 JULIO, 2014 DE ROSAS PARA LA GOSPA
Era abortista, anticlerical y lesbiana: escuchando
testimonios en Medjugorje su vida se transformó.
La italiana Francesca ha publicado su testimonio en La
Bussola Quotidiana, su viaje de la militancia abortista y anticlerical y los
sentimientos de atracción por el mismo sexo a la comunidad cristiana, a partir
de la reflexión… y una experiencia de Dios en Medjugorje.
Recuerdo bien ese día de febrero. Estaba en la universidad.
De vez en cuando miraba por la venta y me preguntaba si Sara ya se habría ido.
Sara se había quedado embarazada durante una rápida historia terminada con un
test de embarazo positivo. Se había dirigido a mi en busca de ayuda, no sabía
qué hacer. «Es sólo un grupo de células», decíamos.
Después llegó esa decisión. Me sentía orgullosa de haber
aconsejado a Sara que abortara. Creía firmemente en esa libertad que concede a
la mujer gestionar su propia sexualidad y controlar la maternidad, hasta
eliminarla del todo. Hijos incluidos.
Sin embargo, ese día de febrero algo cambió. Si estaba tan
segura de mis convicciones, ¿por qué de vez en cuando me volvía a la mente el
aniversario de esa tarde, el olor del hospital, el llanto de Sara? ¿Por qué
cada vez que veía a un recién nacido volvía a pensar en esa elección con
profunda tristeza?
La respuesta llegó unos años después, durante un seminario
pro-vida en el que participe. En él descubrí lo que realmente era un aborto: un
homicidio. O más: lo que llamaban derecho al aborto era una realidad un
homicidio múltiple donde la madre y el niño representan las víctimas
principales a las cuales había que añadir las muertes interiores colaterales.
Una herida bajo el activismo
Yo pertenecía a este grupo. Aprobando el aborto, me produje
a mi misma una laceración interior de la cual no me di cuenta enseguida. Un
pequeño agujero en el corazón al cual no presté atención, ocupada como estaba
por el entusiasmo de una buena carrera laboral apenas iniciada y por la
atmósfera progresista en la cual estaba inmersa.
Era una activista por el Tercer Mundo dispuesta a promover
todo tipo de derechos que pudieran hacer la sociedad más equa y justa, según
las ideas promovidas por las vanguardias culturales.
Era anticlerical: hablar de Iglesia significaba escándalos,
pedofilia, riquezas desmedidas, sacerdotes cuyo interés era cultivar algún
vicio.
Respecto a la existencia de Dios, lo consideraba un
pasatiempo para viejecitas jubiladas.
Hombres inmaduros, incapaces de decidir
En las relaciones, descubría hombres profundamente en crisis
con la propia masculinidad, atemorizados por la agresividad de las mujeres e
incapaces de gestionar y tomar decisiones.
Conocía mujeres cansadas (entre las que me encontraba yo) de
llevar adelante relaciones con hombres parecidos a niños atemorizados e
inmaduros.
Sentía cada vez más desconfianza hacia el otro sexo,
mientras veía que crecía una fuerte complicidad con las mujeres, que se reforzó
cuando empecé a frecuentar asociaciones y círculos culturales.
Los debates y talleres eran momentos de confrontación sobre
cuestiones sociales, entre los cuales también la inestabilidad de la existencia
humana.
“Amor” fluido: la familia mo vale
Además del trabajo, la precariedad había iniciado a corroer
lentamente la esfera afectiva. Necesitaba responder a esto promoviendo formas
de amor basadas en la fluidez de la emoción y en la autodeterminación, dando
vía libre a esas relaciones capaces de mantener el paso con los cambios de la
sociedad, algo que, según dicho pensamiento, la familia natural ya no podía
cumplir. Era necesario desvincularse de la relación hombre-mujer, considerada
ya demasiado conflictiva en lugar de complementaria.
En un clima tan efervescente, al cabo de poco tiempo me
encontré viviendo mi homosexualidad. Sucedió sencillamente. Me sentí satisfecha
y creí haber encontrado una plenitud interior.
Estaba segura de que sólo con una mujer a mi lado podía
encontrar esa realización plena, que era la justa combinación de sentimiento,
emociones e ideales.
Sin embargo, poco a poco, ese vértice de participación
emotiva que se instauraba con las mujeres bajo el falso rostro de «feeling»,
empezó a consumirse hasta alimentar ese sentido de vacío que nació con el
aborto de Sara.
Una sorpresa: el sentido de maternidad
Efectivamente, al apoyar la propaganda abortista, había
empezado a matarme a mi misma, empezando por el sentido de maternidad.
Estaba negando algo que incluye, sí, la relación madre-hijo,
pero que va más allá. Efectivamente, cada mujer es madre que sabe acoger y
tejer los vínculos de la sociedad: la familia, los amigos y los afectos.
La mujer ejercita una «maternidad ampliada» que genera vida:
es un don que confiere sentido a las relaciones, las llena de contenido y las
custodia.
Habiendo arrancado de mí este valioso don, me encontraba
despojada de mi identidad femenina y en mi se creó «ese pequeño agujero en el
corazón» que después se convirtió en una vorágine en el momento en que viví mi
homosexualidad. A través de la relación con una mujer intentaba retomar esa
feminidad de la que yo misma me había privado.
A Medjugorje, por la curiosidad de su hermana
Imagen Gospa en la Parroquia. En pleno terremoto, me llegó una
invitación inesperada: un viaje a Medjugorje. Me lo propuso mi hermana. Tampoco
ella era una fan de la Iglesia, aunque no era extremista como yo, pero eso me
bastó para que su propuesta me dejara sin palabras.
Me lo pidió porque había estado unos meses antes con un grupo
de amigos: fue por curiosidad y ahora quería compartir conmigo esa experiencia
que, como me dijo, había sido revolucionaria.
Me repetía a menudo «no sabes lo que quieres», por lo que
acepté. Quería ver verdaderamente qué había.
Me fiaba de ella, sabía que era una persona razonable y, por
lo tanto, algo debía haberla tocado.
Sin embargo, seguía con mi idea: de la religión no podía
llegar nada bueno, menos aún de un sitio donde seis personas declaraban que
tenían apariciones, lo que para mi significaba una banal sugestión colectiva.
Con este equipaje en mi mente, emprendimos el viaje. Y he
aquí la sorpresa. Escuchando el relato de quien estaba viviendo este fenómeno
(los seis protagonistas, los habitantes del lugar, los médicos que habían
investigado el caso de los videntes), me di cuenta de mis prejuicios y de cómo
estos me cegaban y me impedían observar la realidad por lo que era.
Había emprendido el viaje considerando que en Medjugorje
todo era falso sencillamente porque para mi la religión era falsa, una
invención para oprimir la libertad de pueblos crédulos. Sin embargo, esta
convicción tuvo que enfrentarse a un hecho tangible: allí, en Medjugorje, había
un flujo oceánico de personas que llegaban de todo el mundo. ¿Cómo podía ser
falso este hecho y permanecer de pie durante más de treinta años?
Una mentira no dura tanto tiempo, al cabo de poco tiempo se
ve. En cambio, escuchando muchos testimonios, la gente, al volver a casa,
seguía un recorrido de fe, se acercaba a los sacramentos; se resolvían
situaciones familiares dramáticas; los enfermos se curaban, sobre todo de las enfermedades
del alma, a las que habitualmente llamamos ansias, depresiones, paranoias, que
a veces llevan al suicidio.
¿Qué había en Medjugorje que revolucionaba la vida de esa
multitud? Mejor, ¿quién había? Lo descubrí pronto. Allí había un Dios vivo que
se ocupaba de sus hijos a través de las manos de María.
La importancia de los testimonios
Este nuevo descubrimiento se concretó escuchando los
testimonios de quien había pasado por ese lugar y había decidido permanecer
para prestar servicio en alguna comunidad y poder contar a los peregrinos cómo
esta Madre obra laboriosamente para arrancar a sus propios hijos de la
inquietud.
Ese sentido de vacío que me acompañaba era un estado del
alma que podía compartir con quien había vivido experiencias parecidas a las
mías, pero que a diferencia de mi, había dejado de vagar.
A partir de ese momento, empecé a plantearme preguntas:
¿cuál era la realidad capaz de llevarme a una plena realización?
El estilo de vida que estaba llevando, ¿correspondía
efectivamente a mi verdadero bien o era un mal que había contribuido a
desarrollar esas heridas en el alma?
En Medjugorje había hecho una experiencia de Dios concreta:
el sufrimiento de quien había vivido una identidad rota era también mi
sufrimiento y escuchar su testimonio y su «resurrección» me había abierto los
ojos, esos mismos ojos que en el pasado veían la fe con las lentes asépticas
del prejuicio.
Buscando la identidad en Misa y la Palabra
Ahora, esa experiencia de Dios que «no deja nunca solos a
sus hijos y, sobre todo, no en el dolor y en la desesperación» empezada en
Medjugorje, continuó en mi vida frecuentando la Santa Misa.
Tenía sed de verdad y la encontraba sólo bebiendo de esa
fuente de agua viva que se llama Palabra de Dios. Aquí, efectivamente, encontré
grabado mi nombre, mi historia, mi identidad.
Poco a poco entendí que el Señor tiene un proyecto original
para cada hijo, hecho de talentos y cualidades que confieren unicidad a la
persona.
Lentamente, la ceguera que ofuscaba la razón se disolvió y
en mi nació la duda de que esos derechos a la libertad en los que siempre había
creído fueran en realidad un mal disfrazado de bien, que impedían a la
verdadera Francesca emerger en su integridad.
Con nuevos ojos emprendí un recorrido en el cual intenté
comprender la verdad de mi identidad. Participé en seminarios pro-vida y allí
pude confrontarme con quien había tenido experiencias similares a la mía, con
psicoterapeutas y sacerdotes expertos en temáticas vinculadas a la identidad:
por fin, ya no tenía lentes teóricas y vivía la realidad.
Una identidad cortada
De hecho, aquí junté las piezas de este complicado puzzle en
el que se había convertido mi vida y si antes las piezas estaban dispersas y encajadas
erróneamente, ahora estaban asumiendo un orden tal por el cual empezaba a ver
el dibujo: mi homosexualidad había sido la consecuencia de una identidad
cortada por el feminismo y el aborto.
Precisamente aquello en lo que había creído durante años que
podía realizarme, me había matado, vendiéndome mentiras como si fueran la
verdad.
Partiendo de esta consciencia, empecé a conectar de nuevo
con mi identidad de mujer, retomando lo que me había sido robado: yo misma.
Actualmente estoy casada y a mi lado camina Davide, que me
ha acompañado en este recorrido. Para cada uno de nosotros existe un proyecto
creado por Él, el único capaz de guiarnos realmente a lo que somos.
Todo consiste en decir nuestro sí como hijos de Dios, sin
tener la presunción de matar ese proyecto con falsas expectativas ideológicas
que nunca podrán sustituir nuestra naturaleza de hombres y mujeres.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
Fuente: www.religionenlibertad.com
http://www.psicopedagogiaweb.com
http://psico-pedagogiaweb.blogspot.com
http://poemasentreotrascosas.blogspot.com.ar/
http://Psico-pedagogiaLaboral.blogspot.com
HERBALIFE BUSCA DISTRIBUIDORES PARA SU LÍNEA DE PRODUCTOS No importa el país en el que vives. Esta empresa internacional esta en 63 países. Podés trabajar medio tiempo o tiempo completo. Se puede trabajar desde tu casa. Te permitirá estudiar y cumplir todos tus deseos * No es venta puerta a puerta * No es telemarketing * Trabajá de acuerdo a tus horarios * Entrenamiento completo * Información gratuita. ¿Te interesa? Mail de contacto: trabajehoyy@yahoo.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios me sirven para mejorar y seguir trabajando.Gracias.